Ayer tuve la oportunidad de compartir, con un grupo de personas, con las cuales, en algunas ocasiones nos cruzamos con el pretexto de tomarnos una café, solo eso, puesto que tenemos posiciones e ideas diferentes en la forma de ver la vida.
Admito que no soy el tipo de personas que logre caerle bien a todo el mundo, es como decían las abuelas, Mijo: “Usted no es monedita de oro, para caerle bien a todas las personas”. Y así es, no soy esa monedita de oro.
Pues bien, me gusta mucho compartir este tipo de espacios, con persona que no piensen igual a mi, puesto que siempre generan cierta incomodidad, que me ayuda a crecer y a replantear ideas frente al cómo estoy llevando las cosas en este momento. También, me gusta compartir este tipo de espacios, porque a veces me canso de convivir en un mundo de tanta apariencia, y máscaras bien elaboradas; y precisamente, este tipo de reuniones, las generamos intencionalmente, para hablar de la vida de manera real, a carne fría y sin maquillajes sintéticos.
La modalidad de la reunión, se le llama “discusión abierta”. Estos espacios, no están diseñados para todo tipo de personas, puesto que aquellas personas que se sientan cómodas en su manera de vivir, y no tengan hambre de algo más, sencillamente se les comerían vivas en ese tipo de ambientes, porque muy seguramente, si no le agrada que se le metan en la vida, van a salir reventadas de esas reuniones.
La reunión, no es cosa del otro mundo, se propone un tema de conversación y de allí empieza la discusión. Pues bien, la reunión transcurre entre risas, sarcasmos y verdades; verdades que en ocasiones son camufladas de indiferencia e hipocresía de la más alta calidad. Pareciera que es un poco extraño lo que te cuento, puesto que no es nada atractivo y lo digo de verdad. El tipo de personas que asisten a estos encuentros, podríamos decir que rayamos un poco entre la locura y la sobriedad, puesto que como te lo digo, aquella persona que no este segura de sí misma, y no tenga un alto concepto de sí, sería devorada viva en este tipo de espacios.
Sin embargo, existe algo en común, que nos une a todos los que asistimos a este tipo de ambientes. Todos estamos en cierta manera, agotados de vivir en la Matrix de este mundo. Nos gusta la profundidad, lo real, las cosas que no tienen apariencia de piedad, porque inexplicablemente, existe un tipo de crecimiento que se forja en el fuego y el dolor de lo incomodo, de lo más escueto y crudo que se pueda describir.
Las reuniones son algo así como: “Esto es dando y recibiendo”, si tu entras a ese lugar, debes de entrar con la disposición de escuchar y de recibir o desechar las cosas como vengan, y también tener el criterio de exponer tus ideas de las cosas, como salgan. Algo basto y crudo, créeme.
Para contarte parte de mi experiencia el día de ayer, recibí una dura frase, con la cual titule esta entrada al blog: “Váyase, a usted nadie lo va a buscar”.
Obviamente esta expresión, causó tanto impacto en mí, que me movió inmediatamente a escribir acerca de la profundidad de esta frase. Lo primero que quiero destacar, es que para que me haya dolido tanto esta expresión, es porque en definitiva, en mí, existe un raíz de rechazo, que a la verdad, no se de dónde proviene. No pienses mal, este escrito no es un tipo de escrito de autoconmiseración o algo que se le parezca, sino por el contrario, un eminente llamado, a prestar atención, frente a lo irresponsables que en ocasiones nos volvemos frente al otro, creyéndonos con la autoridad de decirle al otro, que se vaya y sin ninguna explicación.
Vale destacar, el impacto tan destructivo que produce en la vida de otro ser humano, este tipo de situaciones de rechazo, al punto de llevarlo quizás a hacer cosas, que en si, las personas no quiere hacer, e incluso he escuchado historias de jovenes en general o personas de todas las edades, que un hecho de rechazo, ocasionado por otras personas, les ha llevado hasta las trágicas garras del suicidio.
Lo cierto es, que las personas que rechazan a otros, a su vez, seguramente han sufrido este tipo de flagelo, que en la actualidad azota a la humanidad, generando así una interminable cadena destructiva que no tiene fin. Obvio, existen personas muy resistentes a este tipo de situaciones, hay otras un tanto frágiles que nos causan profundo dolor, que para ser honestos, sanar este tipo de heridas, nos cuesta tiempo e incluso años. ¿Son buenas o malas las personas que rechazan a otros? no lo sé. Lo seguro es, que para que yo rechace a otra persona, la cual respira el mismo oxigeno que yo respiro, debo de estar sumamente dañado en mi ser, dañado por completo.
No se, si sea tu caso o no, ya sea que hayas recibido algún tipo de de rechazo, o que tu seas una persona que ha rechazado a otro con intensión o sin intensión, lo cierto es, que no importa el lado en el que nos encontremos, existe una profunda responsabilidad social, de parar de una vez por todas, este tipo de situaciones, puesto que en últimas, somos nosotros mismos, los que terminamos haciéndonos daño directa o indirectamente, hundiéndonos poco a poco, en una especie de lodo, que en algún momento se va a endurecer, al punto por que no, de terminar matándonos por dentro.
Hoy por supuesto, no guardo resentimiento hacia la persona que me dijo esta frase tan contundente, puesto que yo sabía dónde me estaba metiendo, y por otro lado, si lo miro bien, esta persona, me ayudó a descubrir algo en lo que debo de trabajar a profundidad.
Por eso me encanta la discusión abierta, porque su finalidad es descubrir, destapar, sacar a la luz todo lo que está oculto, pues todo lo que permanece en lo oculto, terminará haciéndonos daño tarde que temprano.
En ocasiones, es necesario estar expuesto a este tipo de ambientes, y así recibir el proceso de la cebolla, que para extraerle el mejor de su sabor, debe ser sometida a la dolorosa acción, de quitarle sus capas, aquellas capas superficiales, que esconden su más alto valor.
Quizás sea cierto, que si me voy de ese tipo de reuniones, nadie me vaya a buscar, pero sé, que siempre tendré la posibilidad de marcharme con elegancia, recordando lo que dijo un sabio:
Es inteligente aprender a llegar, pero sabio, aprender a irse en el momento oportuno.
Irse de lugares, de donde si te vas, las cosas siguen igual contigo o sin ti, quizás no haya sido nuestro lugar definitivo, quizás solo haya sido un lugar de aprendizaje, un lugar para descansar y recobrar fuerzas, quizás ese haya sido el propósito de nuestra estadía allí, para después seguir el camino y así poder llegar en algún momento a nuestro verdadero hogar; hogar que reconoceremos, porque en ese lugar nos sentiremos tan amados y valorados, que nunca nos dirán ni siquiera en modo de burla, tal cosa como: “Váyase, que a usted nadie lo va buscar”, seguramente nunca nos dirían algo así, puesto que, como esas personas para nosotros, tienen gran valor y significado, así también, nosotros llenamos de profundo valor y significado las vidas de ellas, viviendo así, en una hermosa reciprocidad; reciprocidad que solo la encontramos en nuestro verdadero lugar de permanencia.
Es cierto, se necesita sabiduría para aprender a irse de lugares de paso, se necesita vibrar en amor y agradecimiento, para irnos sabiamente, y no comerter el error de partir desde el resentimiento y el dolor.
Estando en esta frecuencia de sabiduría, permitimos ver en definitiva, que estamos en un mundo enfermo, carente de piedad, donde es necesaria la intervención de un DIOS AMOROSO, Dios, que nos advirtió, que cosas como estas pasarían, pero que cuando sucedieran, recordaremos que el nos consuela diciéndonos :
“Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el señor me acogerá”.
Salmo 27:10
Frente al rechazo ocasionado por el hombre, siempre existirá un lugar seguro donde acudir, un Dios, que está más interesado en nuestro bienestar, que lo que podamos estar, nosotros mismo.
Saludos!!!
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